02 - 12 - 23


De mañanita leí un artículo en El Dipló de Pablo Semán, curioso y preciso: “Cómo leer la novedad de M… sin exotizarla”. El título me molesta y no simpatizo con la persona pública que este autor comparte en Facebook. Tampoco con la de quien presumo es su hermano, Ernesto. De este último leí Breve historia del antipopulismo (2021), un estudio liberal no tan breve del antipopulismo. El libro sobresalta, instruye y por (varios) momentos indigna. Ya hablaré de la obra de Ernesto cuando encuentre el tiempo. Los posteos de Pablo en las redes sociales son agresivos. Enfatizan más en lo que dice que en cómo lo dice. Estos hermanos, si es que los son, pertenecen al plantel de la editorial Siglo XXI que desde hace años da la impresión de haberse enrolado en un liberalismo de izquierda con suaves matices de no asumido gorilaje. Lo me quedó del artículo fue la creación del neologismo “mejorista” para referirse a los votantes reales y potenciales del presidente electo, pero que también pululan en otros partidos y coaliciones participantes de las elecciones recientes. Una de las explicaciones del neologismo incluye la creencia de los nuevos sujetos en el esfuerzo individual como madre de todos los progresos y que el Estado no intervenga ni les cobre impuestos. Más o menos.

En la tarde asistimos a la Casa Fernández Blanco de la calle Hipólito Yrigoyen para escuchar dos piezas de la compositora Amanda Guerreño, una para piano y la otra para flauta y guitarra. Cómo vivían los ricos de esta ciudad. La casa convertida en museo es un palacio en el que me gustaría vivir. Hoy. Les quito el museo.

Fuimos a tomar algo después del concierto y lloramos casi al unísono por lo que se viene el domingo próximo. 

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