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Diario

18 - 12 - 23

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Salí al mediodía de Buenos Aires a New York. No llegué a tiempo al vuelo para Toronto. Delta me paga un hotelucho de mala muerte cerca del JFK. Duermo bien, aunque poco y ni noto haberme hospedado en la gran manzana. Mejor no digo nada respecto a malas suertes y viajes. Más bien echo la culpa a malas condiciones generales para cualquier clase de viajeros en los días que corren. Calculo que no volveré a volar por Delta, aerolínea ordinaria e ineficiente ni pisaré de nuevo Estados Unidos en tránsito hacia ningún lado. Yanquis agrandados, feos e imbéciles.

17 - 01 - 23

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Me despiertan ruidos de tormenta y terremotos a las tres de la mañana y no se deben a las medidas del nuevo presidente. Ocurre algo parecido a un huracán. Pido ayuda divina y me arrepiento al instante. No es justo, con todas las puteadas que le echo. Me cuesta dormirme de nuevo. Me despierto recién a las nueve para justo escuchar la nota de Verbitsky de El Cohete a la Luna . ¿Para eso vine a la Argentina? Si al Perro lo puedo escuchar en cualquier lado. Estamos globalizados y lo mismo da hallarse donde sea. En mi caso a partir de mañana al mediodía convenientemente a resguardo de los embates y arremetidas del presidente argentino; fucking asshole . Preparo la valija y llamo al remís del barrio que, espero, no sea el mismo conspiracionista del jueves pasado. Si es él, tendré que inventarme alguna historia. A la tarde me informan desde Toronto que mi vuelo de regreso se ha cancelado. Puta madre. Salgo mañana, hopefully . Debe haber sido por el temporal. Una buena: en la tele mues

16 - 01 - 23

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Cuento la guita en pesos que me queda. Cuando vuelva, si vuelvo, no valdrá un sorete, por lo cual necesito gastarla. Antes de ir a Hernández, había visto en Losada, Argirópolis y El juguete rabioso en oferta, así que ahí me fui a adquirirlos. Agregué El amor brujo y Comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Naufragios , editado por Fontamara, me pareció muy bien un montón de años atrás, por lo que agenciarme la segunda y última de sus obras era lo lógico. Otra vez, satisfecho. Noto también que he comprado mucho menos libros que en años anteriores. Quizá esté madurando. A la tarde trato de mirar por la tele la final entre Platense y Rosario Central; deseé de todo corazón que ganara Central solo para que Palermo no presionase las elecciones en Boca en favor del gato. Con más pasión que con Argentino en Mendoza, se me dio. Ganó Central. Como no me banco partidos enteros traté de seguir adelante con Los montoneros del centro pero no avancé mucho. Todavía no llegué ni a la mitad. Me al

15 - 12 - 23

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En la mañana escribí, según mi estimación, la última carta institucional de recomendación de mi carrera como profesor universitario. Luego me fui a Hernández a comprar libros de María Moreno, María Teresa Andruetto y Gabriela Cabezón Cámara que juzgué imprescindibles. No es que los tuve que comprar ni nadie me los regaló: los elegí; gran satisfacción. Pienso en el subte de vuelta que la única actividad cultural o similar que hice en el mes fue asistir a la presentación del libro de Pacheco, con la presencia de Eduardo Rinesi, en la que mi pareja y yo fuimos los únicos espectadores. Poco, muy poco, aunque mejor no lamentarse y planear mejor la próxima visita. Como aconsejaba el Negro Ábalo, es cuestión de organización.

14 – 12 – 13

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Como la realeza no viajamos juntos. Nos tomamos un remís del barrio de Caballito a Ezeiza. El conductor, un antivacunas, medio cana, guardavidas y adscripto a teorías de la conspiración que seguro que votó al nuevo presidente. Sin embargo tuvo la prudencia de no decirlo. Como le tuvimos miedo le dimos poca información y el tipo terminó deseándonos buen viaje a los dos, cuando la que viajaba era solo mi pareja. No quería decirle que yo iba a necesitar el servicio de nuevo el domingo. Ya me las arreglaré. Además quería volverme en micro para ahorrar unos pesos y mirar un poco Buenos Aires sin que nadie me dé conversación. Pagué con la Sube y el viaje junto a secos y miserables que no pueden o no quieren gastar hasta Plaza de Mayo duró una hora. Lamenté que la mayoría de los barrios que atravesamos no tuvieran carteles indicadores de cómo se llamaban. Recién me percaté de algún lugar conocido cuando llegamos a Constitución y después encaramos por la 9 de julio. El micro andaba desbocado

13 - 12 - 23

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El sueño de Linda Hamilton continúa. La gente en el subte y la calle en general se mantienen como si no hubiese pasado mucho. Nadie festeja; nadie reclama. El silencio abruma. Los que se oponen al nuevo presidente auguran tempestades. Nada en el ambiente, sin embargo, predice que la que se viene va a ser catastrófica. Para que en algo influyan las protestas tienen que ser masivas, dijo el Perro Verbitsky. No se sabe cuán grandes o pequeñas serán sino es por arte de adivinación, por estadísticas históricas o por tratar de interpretar el ánimo de la población. Las tres, imprecisas. Y estos hijos de puta las estudian todas, nos tienen medidos. Va a ser difícil. Cena de despedidas con los más íntimos. Esta parte de la familia dice que se las puede bancar. Quién sabe. Aunque se la banquen inquieren con poco convencimiento sobre posibilidades laborales en Canadá.

12 - 12 - 23

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Escuchamos en vivo y en directo al ministro de Economía, un turro que había llevado a cabo catástrofes en el gobierno del gato, ahora, cubierto, da un speech pregrabado para que no lo jodan. Ajeno, al presidente no se lo visualiza. Andará con su hermana tratando de comunicarse con perros muertos en su suite del Hotel Libertador. En todo caso que después le echen la culpa al fusible que puso o le pusieron en Economía. Uno de los tantos sobrinos de mi pareja, un actor que vive como puede de la comedia, se agarra la cabeza. Nosotros miramos para otro lado para no avergonzarlo. Prevalece la imagen de Terminator I que sueña recurrentemente Linda Hamilton cuando empiezan a explotar bombas atómicas en el Día del Juicio, un silencio que aturde, una luminosidad inmensa y después el fuego que lo devora todo. Iba a decir, “este va a durar lo que un pelado en la nieve”, pero no estoy convencido. De nuevo, me siento culpable de tener la opción de poder rajar, aunque esta vez sea a mi otro hogar.

11 - 12 - 23

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Mañana Regreso a Buenos Aires. Aerolíneas nos pone en primera, quien sabe si por equivocación o para repararnos por el disgusto de la valija. No preguntamos ni le hace la diferencia a no ser por un poco más de espacio. De todos modos se aprecia el gesto. Tarde A ritmo febril nos vamos al Favaloro para recoger los resultados del miércoles 6 del corriente y ver de conseguir un turno de “devolución”, según le llaman, para esta semana, antes de volver al gran norte. Misión imposible pero conseguimos el turno para el mismo día, unos 15 minutos más tarde. Médico joven que no me indica casi nada nuevo, salvo que el dolor en el pecho puede provenir de que una lesión en la arteria que tenía se haya trasladado a algún otro lado. Cuidarse de fritangas, hacer ejercicio y lugares comunes semejantes. Lo haré cuando llegue a Canadá, en pocos días. Sigo pensando que fue un afano. En el microcentro más compras de regalos para la gente nuestra. Ahora no solo somos lo que compramos sino lo que re

10 - 12 - 23

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En la mañana vimos ex compañeros de peso que no conocíamos del todo y ellos tampoco mucho de nosotros, pero a los que les habíamos llevado cosas que les mandaron compañeras de Buenos Aires. Vimos con ellos, con el tele en mute y de reojo, la asunción del nuevo presidente. No lo teníamos planeado porque pensábamos para qué amargarse. Pero los compañeros, mientras nos convidaban un desayuno en el que se destacaban alfajorcitos de maicena, tenían la tele prendida y ningunas ganas de apagarla. Coincidimos en que lo que se venía era bravo, aunque diferimos en la culpas del ahora expresidente y de la ahora exvicepresidenta, entre otras pequeñas e incómodas cosas. Me regalaron el libro La otra historia de Rodolfo Cirilo Perdía. Y unas cuantas botellas de vino que ellos mismos elaboraron con uvas de su finca en San Rafael. Tarde Después de muchos años volví a la cancha. Jugaba Argentino, club de mis amores, por la final del campeonato mendocino, que ganó. No pude sentir el fervor de la in

09 - 12 - 23

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Al tercer día, la luz. Me traen la valija, intacta pese al traqueteo. De puro resignado no me quiero cambiar los pantalones que ya pueden caminar solos de mugre. Compramos regalos mendocinos para nuestra gente de Canadá y los conocidos de Buenos Aires. El viaje de cinco días se justifica por los regalos: vino fino, vino patero, dulce de alcayota, alfajores de la zona, etc. Somos lo que compramos. Hemos cumplido. Tarde noche Amigos de amigos y familiares, pudientes y cordiales, nos invitan a un asado en Chacras de Coria. El camino, arduo y polvoriento porque están renovando la ruta, tarea monumental que según quien nos conduce la encara el gobierno provincial sin guita de la Nación; declaración honesta pero que suena insostenible. Se nota a las claras que el conductor simpatiza con la autoridades gubernamentales y seguro que sospecha que nosotros no. Pero el conductor es amable y generoso, radicalmente distinto de la vieja (que debía ser menor que yo) de la mercería sobre la calle Gener

08 – 12 – 23

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  Otra de las chicas simpáticas de Aerolíneas me cuenta que han localizado mi valija en Buenos Aires, que apenas llegue a Mendoza me avisan. Compro pantalones. El centro, por calle Las Heras, estallado; apenas podemos caminar. La gente un tanto impaciente, casi agresiva, falta de roce, bah, como siempre. Toda Mendoza ha salido a comprar, pienso. Me dicen que son chilenos porque sale barato cruzar la cordillera. Que los de acá no consumen. Naah. Necesito hilo y agujas. Un flash de realismo mágico en pleno centro mendocino, en General Paz entre Santa Martín y 9 de julio, del lado izquierdo viniendo desde San Martín, a mitad de cuadra: se ha formado una cola de por lo menos diez personas que esperan para entrar en una pinche mercería. ¿Mercería? Serán las ofertas de botones y dedales que por ahí la semana que viene empiezan a escasear. La vieja que atiende, una reaccionaria de la primera hora, odiadora del país y de su gente, gorila. Con ínfulas de viajada y alguna educación. Una pi

07 - 12 - 23

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Una chica amable de Aerolíneas me informa que la valija ha de llegar en cuestión de un par de horas. Un tercerizado por Aerolíneas me trae una mochila negra y vieja que no es mía. Toda la mañana viendo deplorables películas de Netflix para que me vengan con esta fucking y ajena mochila. Nadie sabe nada y uno está a favor de Aerolíneas, no quiere (uno) que el presidente electo la privatice. Por qué no le pasa esto a Flybondi. ¡Viva Aerolíneas Argentinas, carajo! Hay que salir a la tierra del sol a obtener provisiones, calzoncillos y medias. No hay mucha opción horaria porque los comprovincianos mendocinos gustan de dormir la siesta. Después de la dos el centro permanece blindado. Entonces compramos en Carrefour. Más películas intolerables de Netflix, pero al menos calzoncillos a estrenar. La mayoría de gente que debíamos visitar tendrá que esperar hasta el próximo año, si es que venimos. Noche grata de visita a la familia.  

06 - 12 - 23

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Chequeo general, un afano con gente afable que se relaciona con vos on a first name basis , somos todos lo mismo, cliente en lugar de paciente, como si hubiéramos dormido juntos, etc. Menos de dos horas, desayuno austero en Vittorio, esquina de Sáenz Peña e Hipólito Yrigoyen; en otra mesa el pintor Daniel Santoro junto a Artemio López o alguien parecido y dos más. Los que reconocí, igual de efusivos que cuando aparecen en TV. A López, si es que era él, se lo veía más viejo. Por fin, esta tarde a Mendoza. Arribo a la provincia sin mi valija, perdida.   

05 - 12 - 23

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Mañana No sé si debiera hacer un plan de visitas en Mendoza o no hacer nada y quedar mal con todo el mundo. Hasta ahora soy de la tesitura de dejar que el viento me conduzca donde mejor le parezca. Falta todavía. Haremos cornudos trámites hoy y después yo tranquilo, en casa, trataré de avanzar con Montoneros del centro , al que todavía, no por su falta, no le pesco el gustito. Debo abstraerme del pensamiento negativo de que esta lectura es una monumental pérdida de tiempo. Ya veo con reticencia que si no es el último libro que leo este año le pasará cerca. No muy alentador, pero en fin, ha sido un año mediocre por decir lo menos. Tarde En el subte A camino a casa, luego de alienantes interregnos por un par de bancos y un lomo a la mostaza en el London City de Avenida de Mayo junto a Cortázar, se nos sentó en la fila de enfrente una mujer atractiva de unos 50 años que no paró de hablar hasta la estación Castro Barros, donde bajó. Era de tez blanca, pelo largo lacio y entrecano, ojos cla